Esa apertura se vive de modo especial en la maternidad. Ser madre implica una invitación que afecta a la mujer en todas sus dimensiones: física, psicológica, espiritual. Cuando inicia el embarazo, el cuerpo de la mujer acoge los mensajes que lanza el hijo para asegurar su propio bienestar. El embrión, en cierto modo, “gestiona” a su madre. A la vez, el hijo depende en todo de su madre, de lo que hace, de lo que toma, incluso de lo que siente. La psicología materna también entra en el mundo del hijo. No es lo mismo llevar adelante un embarazo entre esperanzas y alegrías que llevarlo entre miedos y angustias. Los estudios sobre esta temática son recientes, pero no hacen falta muchas pruebas para convencerse de esto. El influjo espiritual llega mucho más lejos. La madre que recibe al hijo como un regalo, como una señal de amor, como una esperanza, como una tarea que comparte con su esposo, penetra, de un modo íntimo, en el corazón del hijo, y recibe ella misma un influjo desde la vida que inicia gracias al cariño materno y paterno. Si algunas sociedades han desarrollado el “miedo a la maternidad” es debido, en buena parte, al hecho de que no conocen esa maravillosa vocación humana a la acogida y a la entrega de uno mismo para el bien del otro. Acogida y entrega que llegan a niveles casi sublimes en la experiencia de la maternidad y de la paternidad. Otras veces nos sorprende la presión continua de grupos ideológicos que buscan destruir o marginar la apertura al amor propia de la mujer. Promueven la difusión de métodos anticonceptivos y el acceso a los mismos como un camino para “liberar” a las mujeres de pesos que las atarían, en el pasado, a la “pesada carga” de los hijos, según dicen. Otros grupos han llegado a defender el “derecho” al aborto, a ese acto homicida que destruye la vida de un hijo, como si fuese una “solución” para casos de emergencia. Otros, ante el silencio de no pocas asociaciones que se atribuyen el título de “feministas”, marginan o excluyen a las mujeres que desean tener hijos, incluso impidiéndoles contratos laborales. |
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